Los personajes están muy bien definidos y los detalles, excepto los más importantes, quedan suprimidos. Todas las figuras son típicas en vez de ser únicas.
Contrariamente a lo que sucede en las modernas historias infantiles, en los cuentos de hadas el mal esta omnipresente, al igual que la bondad. Prácticamente en todos estos cuentos, tanto el bien como el mal toman cuerpo y vida en determinados personajes y en sus acciones, del mismo modo que están también omnipresentes en la vida real, y cuyas tendencias se manifiestan en cada persona. Esta dualidad plantea un problema moral y exige una dura batalla para lograr resolverlo. El malo no carece de tractivos y, a menudo, ostenta temporalmente, el poder. Sin embargo, el hecho de que el malvado sea castigado al terminar el cuento no es lo que hace que estas historias proporcionen una experiencia en la educación moral, aunque no deja de ser un aspecto importante de aquella. Tanto en los cuentos de hadas como en la vida real, el castigo, o el temor al castigo, solo evita el crimen de modo relativo. La convicción de que el crimen no resuelve nada es una persuasión mucho mas efectiva, y precisamente por esta razón, en los cuentos de hadas el malo siempre pierde.
Los personaje de los cuentos de hadas no son ambivalentes, no son buenos y malos al mismo tiempo, como somos todos en realidad. La polarización domina la mente del niño y también esta presente en los cuentos.
Una persona es buena o mala, pero nunca ambas cosas a la vez. Un hermano es tonto y el otro listo. Una hermana es honrada y trabajadora, mientras que las otras son malvadas y perezosas. Al presentar al niño características totalmente opuestas, se le ayuda a comprender más fácilmente la diferencia entre ambos.
En este momento el niño tiene ya una base que le permite comprender que existen grande diferencias entre la gente, y que, por este mismo motivo, esta obligado a elegir que tipo de persona quiere ser.
Las elecciones de un niño se basan más en quién provoca sus simpatías o su antipatía que en lo que está bien o está mal. El niño no se identifica con el héroe bueno por su bondad, sino porque la condición de héroe le atrae profunda y positivamente. Para el niño la pregunta no es “¿quiero ser bueno?”, sino “¿a quién quiero parecerme?”. Decide esto al proyectarse a sí mismo en uno de los protagonistas. Si este personaje fantástico resulta ser una persona muy buena, entonces el niño decide que también quiere ser bueno.
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