“Y fueron muy felices durante el resto de sus vidas”, después de haber sufrido mil injusticias y contrariedades. Este es el mensaje que suelen encerrar los cuentos de Perrault: el bien y la bondad siempre acaban triunfando.
Charles Perrault |
Charles Perrault (París 1628-1703), conocido personaje de la corte francesa de Luis XIV, fue escritor, abogado, comisario administrativo, miembro de la comisión sobre inscripciones en los monumentos públicos y miembro de la Academia Francesa (1671). En 1697, cuando ya contaba 69 años, publicó, con el nombre de su hijo, Pierre Darmancour, la obra que le habría de hacer especialmente famoso: Les Histoires et contes du temps passé avec des moralités, ou Contes de ma Mère l’Oye. Se trata de un libro breve que contiene ocho narraciones, que se han convertido en verdaderos mitos de la literatura infantil: Barba Azul, La Cenicienta, La Bella durmiente del bosque, Caperucita roja, El gato con botas, Las Hadas, Riquete el del copete, y Pulgarcito.
Perrault toma el asunto de sus cuentos de la tradición oral o escrita (folklore popular francés, leyendas medievales, caballerescas o cortesanas, textos del Renacimiento italiano...), pero los retoca y los reelabora según el gusto refinado propio de su época. Los cuentos adaptados por Perrault no pertenecían a la literatura infantil, sino a la literatura oral destinada a ser narrada en las largas veladas de invierno, al amor de la lumbre, y él los pasó a la literatura escrita y culta. Para ello suprimió cuanto tenían de vulgar, integró los elementos populares del cuento a una trama romántica, los acomodó a la sociedad de su tiempo, y les añadió algunos rasgos de humor, como, por ejemplo, que la malvada ogresa de La Bella Durmiente del Bosque quiere comerse a la pequeña Aurora “en salsa Robert”. Pero, para que sus narraciones no perdieran el estilo propio de la transmisión oral ni un cierto aire de inocencia e ingenuidad, utilizó diversos recursos estilísticos, como numerosos arcaísmos, el diálogo, el presente histórico, las repeticiones (“¡Qué orejas tan grandes tienes!”; “Hermana mía, ¿no ves nada?”)... Con todo ello transformó el cuento popular e inauguró el género de cuentos destinados a los niños, que tantos seguidores tendría en los siglos siguientes, como la escritora francesa Madame Le Prince de Beaumont (1711-1780), a quien debemos el delicioso cuento La Bella y la Bestia tal como ha llegado hasta nosotros; los hermanos Grimm en Alemania -Jacob Ludwig (1785-1863) y Wilhelm Karl (1786-1859)-, quienes adaptaron algunos cuentos tomados del mismo Charles Perrault, y contribuyeron decisivamente a la noción moderna del cuento popular; el danés Hans Christian Andersen (1805-1872)...
Los ocho cuentos populares de Charles Perrault son, pues, narraciones para niños, en las que aparece un mundo fantástico de hadas, temibles ogros y personajes malvados, aunque nunca exentos de una cierta ingenuidad, es decir, nunca “aterradores”. Pero una lectura atenta y penetrante descubre en ellos experiencias humanas profundas que, bien interpretadas, constituyen una expresión certera de la lógica de la naturaleza humana y, por tanto, encierran un gran poder formativo.
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